Un ciudadano de Madrid se construyó una vivienda ilegal junto a una vieja cañada de la Mesta, pero sin acceso directo ni al camino ni a la carretera. El ciudadano halló un hueco de apenas dos metros entre dos viviendas, tan ilegales como la suya, que estaban al borde del camino. Un día tiró una valla metálica desde su casa y unió el camino a su parcela, que adoptó forma de chupa-chups, con un palo de casi un kilómetro. Y el hombre ya entra con el coche a su casa. Sin más problemas y sin un sólo papel. Una ilegalidad en toda regla.
Los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona), la policía ecológica de la Guardia Civil, han visto de todo por esos campos por los que patrullan. Viviendas ilegales en mitad de un camino, pozos abiertos sin ton ni son, chalés en mitad de parques naturales, cabañas de aperos convertidas en viviendas de dos pisos. De todo se traduce en que, entre enero de 2005 y junio de 2006, han denunciado 12.832 construcciones ilegales, de campo y playa, y han detenido a 239 personas por diversas infracciones contra la ordenación del territorio. Es decir, que cada día localizaron casi 24 construcciones ilegales.
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