Han transcurrido más de dos meses desde que pasé mi última jornada de trabajo en la sede alicantina del Síndic de Greuges de la Comunidad Valenciana y no quiero dejar que pase más tiempo sin hacer públicas algunas consideraciones y reflexiones que, a través de estas líneas, someto a la consideración de los lectores.
Lo primero y principal que debo de poner de manifiesto es mi profundo agradecimiento a la gran cantidad de ciudadanos, asociaciones y organizaciones cívicas que me han hecho llegar su ánimo, su apoyo, su gratitud o simplemente su cariño, por lo que ellos han entendido ha sido una labor bien hecha desde la Institución a favor de sus demandas y derechos. En algunas ocasiones, esas palabras han ido teñidas de elogios excesivos, con los que exactamente no me identifico, pero que recojo, no en su sentido literal, sino como muestra de reconocimiento al trabajo, intenso y extenso, de todo un lustro de vida al frente del defensor del pueblo valenciano. Ni qué decir tiene que todo ese cariño y apoyo lo comparto gustoso con el personal que ha estado trabajando a mi lado en el Síndic, porque mi labor ha sido, lógicamente, la de un director de orquesta, pero quien hacía sonar los instrumentos eran ellos y ellas. No sé qué les deparará el futuro profesional al equipo de asesores jurídicos, a la jefa y a la asesora de prensa del gabinete del Síndic, a las y los oficiales de gestión, a la responsable de los asuntos económicos, al responsable del servicio de informática, a la bibliotecaria-documentalista, a la traductora de valenciano, a las asesoras del ciudadano, a los secretarios y secretarias personales del Síndic y de los Adjuntos o al conductor y al ujier, pero les puedo asegurar que, hasta este mismo momento en el que siguen desarrollando su labor, ese conjunto de personas constituye uno de los mejores equipos profesionales con los que cuenta la Administración pública de la Comunidad Valenciana. Y no sólo por su competencia profesional y su ciencia, sino porque, humanamente, han demostrado una lealtad a la Institución, una generosidad y una capacidad de compromiso, más allá de lo exigible. Quizás por eso, por su riqueza humana, ha sido para mí un placer conocerles y es un orgullo contar con ellos como amigos míos.