Ataviados con una varilla, rotuladores, guantes, un plano de la zona y gorras con las que combatir el sol, un grupo de trece jóvenes se adentraba en la tarde de ayer en el Huerto de la Tía Casimira con una misión: buscar picudo rojo. Como auténticos detectives rastrearon troncos y copas de palmeras intentando detectar las huellas de este insecto tan temible.
Detectar una palmera infectada de picudo rojo no es fácil. Un grupo de unos ochenta voluntarios, jóvenes de entre 18 y 35 años, se ha formado durante el último mes en las técnicas y métodos que se siguen a la hora de rastrear las palmeras en búsqueda de algún indicio de esta plaga letal. Enmarcados dentro del programa «Todos contra el picudo rojo», promovido por el Consell de la Joventut, ayer tenía lugar la primera salida en el Huerto de la Tía Casimira, una toma de contacto con el terreno que antecede a las inspecciones regulares, que comenzarán mañana sábado.
Uno de los elementos más importantes del buscador de picudo es la varilla metálica. Con ella, «se pincha el cascabot en las palmeras sospechosas y si sale húmedo y desprende mal olor estamos ante un indicio de posible infección», comenta a un par de voluntarias Vicente Bordonado, coordinador del proyecto.
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