La destrucción del litoral mediterráneo ha sido imparable y amenaza todo el medio ambiente. La Comunidad Valenciana ha sido una de las zonas más castigadas.
Hace apenas medio siglo Benidorm era un pueblecito de pescadores de bajura y de agricultores de secano. Vistas hoy desde la autopista A-7, sus torres de apartamentos y de hoteles no tienen nada que envidiar a los rascacielos de Manhattan. Benidorm se estudia en muchas universidades como un ejemplo del desarrollismo más feroz e incluso algunos expertos ya pronostican que los 150 kilómetros de costa que la separan de Valencia serán dentro de poco un continuo urbano. Las advertencias de las autoridades de la Unión Europea sobre la especulación urbanística valenciana llegan lamentablemente con retraso.
Ese crecimiento indiscriminado y marcado por un capitalismo del beneficio a corto plazo, comenzó durante la dictadura, pero la democracia no lo ha frenado. La Comunidad Valenciana se ha convertido de este modo en una zona definida por el sector inmobiliario al servicio de un turismo de sol y playa. En este libro colectivo, Jorge Olcina y Antonio Rico, profesores de la Universidad de Alicante, subrayan: "El poder local se ha convertido en el verdadero protagonista de las actuaciones sobre el territorio y no depende del signo político que ocupe un ayuntamiento: es un problema común a todas las ideologías".
Publicado en El País el 07-01-2006
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